Escoltas privados, mucho riesgo para tan poca paga
Los guardaespaldas arremeten contra Interior por no dejarles llevar armas las 24 horas del día
R. L. Vargas MADRID- Mucho trabajo, poco dinero y un elevado porcentaje de probabilidades de acabar siendo víctima de un atentado como el que ayer no acabó, milagrosamente, con la vida de Gabriel Ginés. Ese es el poco halagüeño porvenir que espera a todo aquel que se embarca en la aventura de ser escolta privado y acaba destinado en el País Vasco. Lo dicen los que mejor conocen el día a día de este oficio, los propios escoltas. «Puede sonar a mucho, pero sacar 3.400 ó 3.500 euros limpios al mes teniendo que trabajar casi todas las jornadas una media de 16 horas no lo es», afirma Vicente de la Cruz, presidente de la Asociación Española de Escoltas (ASES), que ayer pasó de estar totalmente abatido a eso de las dos de la tarde, cuando algunas informaciones apuntaban que Ginés había fallecido en el bombazo en su coche, al alivio de saber que seguía vivo sólo unos minutos después. Ruptura de la tregua Por hechos como el que ayer vivió este escolta zaragozano es por los que De la Cruz cree que los escoltas no están lo suficientemente pagados y que jugársela por un semidesconocido compensa lo justo. Y eso que la ruptura de la tregua ha mejorado sensiblemente la situación de estos profesionales. La vuelta a las armas de ETA el pasado 6 de junio forzó al Gobierno vasco a solicitar los servicios de doscientos nuevos agentes privados para cumplir la promesa hecha al alimón por el Ejecutivo de Zapatero y el de Ibarretxe de proteger a todos los cargos públicos. En aquel momento no los había, y conseguirlos no era tarea fácil. Como argumentaba entonces uno de ellos, «¿qué necesidad tienes de jugarte el pellejo en el País Vasco por 2.500 euros si, descontando gastos corrientes y de vivienda, vas a sacar en limpio lo mismo que en tu ciudad de origen por controlar el torno de un suburbano con mucho menos riesgo para tu vida?». El mercado comenzó entonces a agitarse de manera vertiginosa. El acuerdo tácito existente hasta entonces entre las empresas de no tantear a los guardaespaldas de las rivales saltó por los aires. Comenzaron las ofertas, las fugas... y la llegada de los nuevos. Porque la ley de la oferta y la demanda que se impuso con fiereza redundó en una mejora de las condiciones generales de todos los escoltas que trabajan en el País Vasco, no sólo por las ofertas que recibieron los veteranos de otras empresas, sino porque los nuevos, aunque menos preparados, no estaban dispuestos a asumir riesgos por los sueldos que se pagaban en aquellos momentos, y hubo que subir el listón. Todo ello redundó en una mejora de las condiciones generales de todos los guardaespaldas, fuesen veteranos o novatos, pero la mejora, coinciden, es insuficiente para decantar claramente la balanza entre riesgo y recompensa. En alerta Los escoltas llevan mucho tiempo en alerta. Desde el instante inmediatamente posterior al estallido del coche bomba del aeropuerto de Barajas, sabían que ya no había marcha atrás, que la partida de póker que estaban jugando hasta entonces el Gobierno y ETA había llegado a su fin y que el plomo y la dinamita volverían al País Vasco y a otros rincones de España sin remedio más pronto que tarde. No obstante, hasta mayo, en vísperas de que los terroristas firmasen oficialmente el certificado de defunción del alto del fuego, los guardaespaldas no pidieron portar su arma las 24 horas del día como medida de autoprotección básica frente a la amenaza terrorista materializada ayer. Su demanda todavía no ha recibido respuesta de Interior. Gabriel Ginés salvó la vida milagrosamente. Tal vez ha sido la suerte. O un fallo técnico. O un error de planificación. Pero el contundente mensaje lanzado por ETA al resto de sus compañeros no deja de ser estremecedor: los escoltas han pasado de ser los protectores de objetivos y de estar, por ello, expuestos a ser un daño «colateral», a ser objetivos en sí mismos de primera fila.
FUENTE: LA RAZON.
jueves, 22 de noviembre de 2007
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